Hablamos a continuación de la relación terapéutica. La figura principal en toda relación terapéutica es la Transferencia. Otras de menor calado y que vamos a ver son la Contratransferencia y la Regresión.
La Transferencia es el hilo conductor de la terapia psicoanalítica. Se crea un proceso en virtud del cual los deseos inconscientes del paciente relativos a objetos exteriores al encuadre de la terapia, se repiten dentro de la relación psicoanalítica en la figura del analista, al que el paciente le asigna la posición de dichos objetos. Sus efectos nos pueden resultar beneficiosos en la terapia, puesto que son una pista clara de la sintomatología del paciente, qué le atormenta, qué le provoca ese estado en el que se encuentra y que le ha llevado a optar por asistir a una consulta. Cuando funciona, le puede servir al paciente como una oportunidad de vivir las experiencias pasadas de una manera totalmente opuesta a como se dieron en su momento primero, facilitando de esta manera la terapia.
Como reacción a la transferencia de un paciente, se puede producir una reacción emocional en el terapeuta. Hablaríamos entonces de Contratrasnferencia. En ella están implícitos todos los temores del analista. Podríamos hablar, al tratar la contratransferencia, de la manera en que influye el paciente sobre los sentimientos inconscientes del terapeuta. Esto refuerza en cierto modo, la necesidad de que el terapeuta sea analizado previamente al ejercicio de la terapia, que conozca su interior lo mejor posible. Así podrá localizar y reconocer sus reacciones, lo cual le llevará a tener un mayor control y dominio de la terapia cuando esta situación se dé. En cierto modo, se trata de una “comunicación de inconscientes”, que se va haciendo más dinámico a medida que avanza la terapia. El terapeuta puede toparse con personalidades que le afecten hasta el extremo de no poder seguir con su tratamiento óptimamente. Saberlo, saber reconocerlas y ser consciente de ello también juega un papel importante, en beneficio del éxito de la terapia. Dicho esto, el hecho de que se produzca la transferencia y en qué puntos se establezca nos indica que, en función de cómo sea la personalidad del paciente, será la contratransferencia. Según sea dicha personalidad, despertará unas emociones u otras en el terapeuta. Si éstas son buenas, la terapia transcurrirá por buen cauce y de manera eficaz. Pero si no lo son, y el terapeuta no lo reconoce, posiblemente no se produzca ningún avance en la terapia, quedando estancada en ese punto. Si lo reconoce, podría aconsejar cambiar de terapeuta (si el problema fuera suyo) o bien reiniciar la terapia en el punto donde se iniciaros las contrariedades.
El fenómeno de la Regresión es propio del paciente. Según Freud, si se encuentra en una situación de frustración muy fuerte, que no puede tolerar o que no puede superar, regrede a otros estadios infantiles de su vida libidinal, quedándose fijado en ellos con la esperanza de encontrar allí la satisfacción a su frustración presente. Pero también ocurre al contrario. La persona no ha superado satisfactoriamente alguno de estos estadios libidinales, corriendo el riesgo de sufrir regresiones desde la etapa adulta presente a la fase en que se hubiera quedado fijado.
Pero para Balint, la Regresión puede entenderse no solamente sobre instancias psíquicas, sino también objetales. Es decir, el paciente puede haber sufrido alguna carencia afectiva de alguna persona concreta durante alguna etapa de su desarrollo infanto-juvenil, a lo que llamó Falta Básica. Según el propio Balint, éste es el ámbito principal en el que se ha de trabajar en terapia. A través de él se puede crear un buen ambiente y llegar así al punto del trauma ya que se da entre dos personas (paciente-ser querido), igual que en el encuadre terapéutico (paciente-terapeuta). Siguiendo sus pasos, podemos encontrar en la Regresión una aliada en la terapia.
A medida que avanza la terapia, la cordialidad, la intimidad entre paciente y terapeuta va aumentando. Si desde un principio tratamos de encontrar un buen ambiente de confianza mutua entre los dos, la podremos utilizar a favor de una mejor resolución para el paciente. Esta buena relación es imprescindible para poder llegar al punto donde se dio el trauma y, apoyado por ella, darle al paciente la oportunidad de corregirla y cambiar los esquemas erróneos que esa mala relación creó en el pasado en la psique del paciente, por una nueva manera de interpretarlo y comprenderlo, llevándole a través de la reflexión a la asunción real del cambio, lo que verá reflejado en una mejoría de sus relaciones, en una nueva manera de entenderlas, en una oportunidad de iniciar de nuevo.