
05. CONCLUSIÓN E INTEGRACIÓN
El estrés es un concepto para referirse a una respuesta estereotipada del organismo (fisiológica) a estímulos inespecíficos con propiedades de alterar la homeostasis (equilibrio interno) de éste. Esta respuesta implica básicamente una activación anormal del sistema hipotálamo-hipófiso-suprarrenal, del sistema autónomo simpático y médulo-suprarrenal e inhibición de la glándula tímica. Este concepto suponía entender el estrés en términos de respuesta. Esta orientación fue mejorada a lo largo del tiempo. Se demostró que el organismo respondía, desde el punto de vista hormonal, de forma totalitaria a los estímulos estresantes, implicándose muchos otros sistemas endocrinos además del señalado anteriormente. Además, se constató que los estímulos psicológicos poseían mayor propiedad estresante que los estímulos físicos propuestos en un principio.
Tomando como base las ideas de homeostasis, sobreesfuerzo del organismo, etc., se elaboró una nueva orientación sobre el estrés centrándose en el estímulo más que en la respuesta. Esta nueva línea, denominada de orientación psicosocial o de los sucesos vitales, parte de que ciertos acontecimientos vitales inducen algún tipo de cambios en el organismo, lo cual produce en éste cierta necesidad de reajuste. Por eso los sucesos vitales se han denominado también cambios vitales. El estrés, desde este enfoque, es considerado como una variable independiente en contraste con el enfoque centrado en la respuesta, donde representa una variable dependiente. Posteriormente surgieron nuevos desarrollos de la perspectiva psicosocial que incluyeron diversas dimensiones de la evaluación de la situación, tal como el estrés percibido, la controlabilidad, la predictibilidad, la novedad, la valencia y la dependencia.
El concepto de suceso vital significa que se trata de un evento de notable impacto sobre el individuo y que generalmente ocurre en limitadas ocasiones. Sin embargo, otro tipo de sucesos, denominados sucesos menores, de ocurrencia diaria y menos impactantes sobre el sujeto fueron propuestos como mejores predictores de la salud, ya que ocurren de forma más frecuente y poseen mayor proximidad respecto a la vida del individuo. Los sucesos diarios se han operativizado tanto en términos negativos como positivos respecto a la salud. En el primer caso, se trata de los denominados contrariedades o fastidios; los de tipo positivo son los placeres o satisfacciones. Más importante que pensar en una superioridad del estrés diario sobre los sucesos vitales en cuanto a la capacidad de relacionarse con el estado de salud, es la idea, empíricamente documentada, de que ambos tipos de sucesos interrelacionan, ya que los sucesos mayores pueden potenciar la ocurrencia de sucesos diarios.
Un enfoque que integra los puntos de vista centrados en la respuesta y el estímulo es el que concibe el estrés como un proceso interactivo o transaccional entre el individuo y la situación. Esta perspectiva constituye el enfoque teórico del estrés más aceptado por el colectivo científico actual. Para enfatizar el carácter interactivo del estrés, se define a éste como un encuentro que implica relaciones particulares entre la persona y su entorno. Uno de los aspectos centrales de esta teoría es la relevancia de la evaluación cognitiva como mediador esencial de las reacciones de estrés a los estímulos potencialmente estresantes. Tal punto de vista confiere mayor relevancia al individuo, siendo éste considerado como un elemento activo que procesa información y valora las demandas de la situación y sus propios recursos para afrontarla.
El modelo procesual sirve como marco de referencia para entender las relaciones básicas de los distintos componentes del estrés. Incluye siete etapas o componentes: demandas psicosociales, evaluación cognitiva, respuesta de estrés, afrontamiento, características personales, características sociales y estados de salud. Distingue entre variables situacionales estresantes (sucesos vitales, sucesos menores y estresares crónicos), variables mediadoras (evaluación cognitiva y afrontamiento), respuestas de estrés (emocionales y fisiológicas), variables moduladoras (características personales y sociales) y estatus de salud como resultado del estrés. Cada uno de estos componentes desempeña funciones importantes en el proceso de estrés. De hecho, es muy probable que todos ellos cumplan algún tipo de función durante un momento de estrés específico, variando la relevancia que cada uno puede tener en los diferentes momentos (o diferentes encuentros/transacciones).
El afrontamiento se entiende habitualmente como un concepto que implica esfuerzos cognitivos y/o conductuales dirigidos a dominar el estrés, bien tratando de modificar las fuentes inductoras del mismo, o bien para reducir o suprimir el estado de malestar asociado a la respuesta de estrés (fatiga y/o distrés). Por tanto debe tenerse en cuenta que afrontamiento generalmente no significa habituación o supresión del estrés, tal y como se ha señalado en algunos enfoques del estrés. Las diferentes estrategias de afrontamiento se han categorizado según su focalización (problema/situación vs. emoción), si bien también pueden darse otras formas de organización, atendiendo al método (activo vs. evitación) y a la diferencia cognitivo vs. conductual. El afrontamiento puede entenderse también como un estilo personal o rasgo que explicaría la tendencia a emplear determinados tipos de estrategias de afrontamiento. Existen tres categorías de estrategias básicas: orientación hacia la tarea/situación, orientación hacia la emoción y orientación hacia la evitación/escape.
La respuesta de estrés se entiende básicamente en términos de cambios fisiológicos y emocionales. Las reacciones fisiológicas se han descrito primariamente como modificaciones neuroendocrinas y autónomas (principalmente activación del sistema nervioso simpático). Otros cambios fisiológicos asociados al estrés podrían secundarios a los cambios hormonales y simpáticos. Los componentes emocionales de la respuesta del estrés son de tipo de emociones negativas, tales como la ansiedad, la ira y la depresión. Los cambios hormonales (por ejemplo, el incremento de glucocorticoides) parecen responsables de posibles alteraciones asociadas al funcionamiento del sistema inmune bajo estrés.
El apoyo social se ha sugerido como factor modulador del estrés, ya que puede amortiguar el efecto de éste, particularmente el apoyo percibido por el individuo. Sobre este aspecto existen dos teorías paralelas, la moderadora y la supresora. Por otra parte, existe evidencia empírica sobre un posible efecto directo del apoyo social sobre la salud independientemente del estrés.
Otro tipo de variables moduladoras son las relacionadas con disposiciones personales. Sobre este aspecto se han propuesto múltiples variables, unas favorecedoras de la salud y otras perjudiciales. El estatus de salud no depende de un tipo de variables entre las expuestas, sino más probablemente de la interacción entre todas ellas. Asimismo es preciso considerar que el estrés puede inducir efectos perjudiciales sobre la salud también a través de la facilitación de conductas relacionadas con la salud (CRS) negativas (estrategias nocivas de afrontamiento), como el fumar, ingerir alcohol o efectuar conductas de riesgo, o bien inhibiendo las CRS positivas, como por ejemplo la reducción del ejercicio físico.
Se han presentado estrategias y técnicas para disminuir y superar las situaciones estresantes y reducir así el riesgo de enfermedad, tratando de crear hábitos que conformarían un estilo de vida saludable y promocionando la salud. No resulta fácil teniendo en cuenta que las consecuencias a corto plazo de las conductas insanas suelen ser más gratificantes que las consecuencias inmediatas de las conductas saludables. Quizás sea por esta razón por la que los programas de prevención de la enfermedad y promoción de la salud no siempre obtienen resultados óptimos
PARA SABER MÁS ACERCA DEL ESTRÉS:
Amigo Vázquez, I., Fdez. Rguez., C., Pérez Álvarez, M. (2009): Manual de Psicología de la Salud. Madrid: Pirámide
Belloch, A., Sandín, B., Ramos, F. (2008): Manual de Psicopatología. Volumen II. Madrid: McGraw-Hill (Cap. 1)
Caballo, V y cols. (2008): Manual para la evaluación clínica de los trastornos psicológicos. Madrid: Pirámide
Carlson, N. (2006): Fisiología de la conducta. Madrid: Pearson Educación
Papalia, D., Wendkos, S. (1985): Psicología. México: McGraw-Hill
Sánchez-Cánovas, J., Soriano, J., Zorroza, J. (2000): Estrés, Personalidad y Salud. Valencia: C.S.V
Sapolsky, Robert M. (2008): ¿Por qué las cebras no tienen úlcera?. Madrid: Alianza Editorial
Troch, Achim (1982): El Estrés y la Personalidad. Barcelona: Herder
Vallejo-Nájera, J. A., y cols. (2004): Guía práctica de Psicopatología. Madrid: Temas de hoy