ENVIDIA Y CELOS

 

Al definir la envidia, se hace necesario distinguirla de los celos, pues a pesar de estar en estrecha relación en el uso cotidiano, psicológicamente existen diferencias sustanciales.

Por lo general, la envidia involucra a dos personas. Una, la envidiosa, siente necesidad de poseer, de tener algo que tiene otra persona, la envidiada. Esto que la persona envidiosa desea puede ser algo tanto material como inmaterial. Incluso, tras el aparente deseo por obtener ese objeto, puede subyacer algo más intrínseco de la persona que lo posee. Por ejemplo, una persona puede desear tener un salario elevado, como el de otra que ocupa un cargo de responsabilidad, y así manifestarlo; pero realmente lo que le motiva es poseer el prestigio y el estatus social que tiene la otra persona,  y que nada tiene que ver con el dinero que pueda ganar mensualmente. Una persona siente envidia de su hermano, porque todo le va bien en la vida y ella es un pobre desgraciado (aunque realmente no lo sea, incluso se puede dar que la realidad sea la contraria). Pero lo que realmente le provoca envidia es ver a su hermano siempre feliz y contento, querido y respetado por las personas de su entorno.

La persona envidiosa es esclava de sus propios pensamientos. Aun siendo consciente de lo que le pasa, tratará de negarlo y justificarlo con cualquier escusa y, dicho sea de paso, jamás asumirá la responsabilidad de lo que ocurre. Más bien al contrario, siempre encuentra en quién volcar la carga y la culpa de todo aquello que le pasa y rodea.

La persona envidiosa, como decía, desea algo que tienen los demás, sufre carencia de ese algo en cuestión. Para conseguirlo, no dudará en atacar a los demás allí donde más le duela. Con esta actuación, trata de reducir al envidiado, de mostrarle sus flaquezas y miserias, si es que existieran éstas. Es una persona que no admite que alguien le supere en ningún terreno, salvo en aquel que por conveniencia o por propia decisión resuelva. Esta decisión forma parte del mismo juego, ya que en este caso, es el envidioso quién decide qué vale y qué no, sintiéndose poseedor de esa capacidad de decisión y poder que en un principio pudiera envidiar de otras personas.

La persona envidiosa tiene muy baja tolerancia a la frustración. Ese deseo constante de hacer suyo lo que poseen los demás le provoca un estado de frustración permanente, que va en aumento cuando se fija en las posesiones o en las cualidades de los demás. Cuando es consciente de que no lo puede lograr, de las diferencias reales que le separan del envidiado, de las carencias propias, pone en funcionamiento la “máquina apisonadora”. Para conseguirlo, no dudará en destruir o perjudicar al envidiado, desplegando un sinfín de descalificaciones, críticas destructivas, mofas, desacreditaciones y destrozo de la integridad del contrincante.

La primera diferencia entre los celos y la envidia es que, en el caso de los celos, hablamos de relaciones triádicas. Es necesario un tercer sujeto que sea el motivador de los celos en la persona.

A diferencia de la envidia, los celos no implican un sentimiento de “no tener”, sino más bien de “tener”. El envidioso anhela algo que otra persona tiene y que no quiere que esa otra persona tenga; pero el celoso siente la amenaza que un tercero representa para una relación que él considera valiosa, aún en el caso de que esta tercera persona exista solamente en la imaginación de la persona celosa.

En los celos se halla implícita la envidia. Cuando una persona tiene celos de otra, normalmente la envidiará por poseer aquellas cualidades de las que ella misma carece, y que han sido el motivo o la causa que han provocado que esa relación se vea perjudicada.

La persona que siente celos de alguien que se ha metido en su relación (entre dos personas, no necesariamente de índole amorosa) tiene pensamientos de envidia hacia ella, ya que la hace culpable de la situación, del mal momento por el que está pasando. En este momento desea aquello que la otra tiene, que no es más que el objeto de sus celos, y trata de recuperarlo. Pero, a diferencia de la envidiosa enfermiza, la persona celosa no se comporta con la misma naturalidad, motivo por el cual el hecho de tener estos pensamientos le generan a su vez cierto sentimiento de culpabilidad que la angustian todavía más.

Para que una persona celosa tome a alguien como un rival, debe reconocerlo en igualdad de condiciones a ella e incluso percibirlo como superior a sí mismo, que le reconozca como digno de disputarle algo que le pertenece. En condiciones normales, que no en casos extremos o enfermizos, una persona se suele poner celosa de otra cuando la percibe realmente como con posibilidades de competir, pues si entiende que es alguien inferior no tendrá motivos para sentir ese miedo a la pérdida.

La envidia está cargada de una connotación más negativa que los celos: es más difícil de paliar. Los celos son una respuesta defensiva a una amenaza que se cierne sobre la relación que guarda una persona con otra, y que es considerada valiosamente. En cambio la envidia es una expresión de hostilidad, de ataque incluso, hacia otra persona a quien se percibe como superior. Se tiene el deseo no solamente de apropiarse de esa ventaja ajena, sino incluso a la destrucción de la persona poseedora originariamente.  La envidia es un rasgo de una persona, es algo más arraigado en el ser.

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