04. BASE ANTROPOLÓGICA. Poderes opresores y poderes liberadores
Históricamente se comprueba siempre una tensión básica entre poderes opresores y poderes liberadores (que permitan al hombre ser él mismo). Más estos últimos poderes sólo se justifican si el hombre, como especie y como individuo es conocido, querido y tutelado por un poder superior al Estado, un poder que sea más objetivo, más profundamente conocedor del hombre y de sus necesidades y deseos, y menos interesado en su provecho económico del momento que el Estado. Si se carece de este referente último, los individuos humanos que quieran ser ellos mismos y realizar sus posibilidades reales no alienadas, no tienen salvación posible.
La religión se trató desde el principio, no de un invento, sino de un existencial, es decir, de una dimensión peculiar y constitutiva de la naturaleza humana que necesitaba el grupo desarrollador para poder existir con mayor plenitud y coherencia. No se trata de una invención arbitraria al servicio de unos intereses de clase. Lo más esencial y mejor que puede decirse de los sistemas numínicos y de las religiones es que constituyen sistemas simbólicos y operativos de clave y de códigos para comprender y respectivamente expresar lo inaccesible a la experiencia vulgar: la dinámica profunda del ser humano. Y ello es necesario dado el desfondamiento radical de la especie, que no encuentra en sí claves algunas fijas y definitivamente válidas para comprender el mundo y para vivirse en él. Hasta este punto son decisivos -e inevitables- los sistemas teológicos. Las mismas filosofías no pueden sustituirlos, aunque sí pueden depurarlos.
Dos notas esenciales de la religión:
- Intención de superar la condición humana
- Entrar en comunicación eficaz con la divinidad