SÁNDOR FERENCZI

02. VIDA – La formación en medicina. Drama pasional

La formación en medicina

Después de una exitosa trayectoria en la Escuela Protestante de Miskolcz, Sándor Ferenczi viaja a Viena y se inscribe en la Universidad para estudiar medicina, llegando a vivir a la casa de un tío, hermano de su padre: Zsiga (Sigmund) Fränkel, y frecuenta a su familia materna, iniciando una vida más relajada que durante su periodo escolar. «Sus años de estudio representaron su primera experiencia de independencia (…) a diferencia de su periodo escolar, no fue un alumno demasiado estudioso en la universidad; prefería dedicarse a la buena vida» (Balint, M., 1968, p. 13). Su hermano favorito Sigmund, en ese entonces está trabajando en una papelería cerca de Viena, así que los hermanos compartirán tiempo juntos y practicarán alpinismo.

Ferenczi obtiene su diploma de médico en 1894, a la edad de 21 años, y consecutivamente hace su servicio militar en la armada austro-húngara, decidiendo tras su regreso especializarse en neurología y psiquiatría, desarrollando su pasión por la hipnosis reforzada por la literatura francesa sobre hipnosis e histeria, y acercándose por primera vez al trabajo de Freud con Breuer. En este período su pensamiento se ve influenciado principalmente por su amigo y redactor jefe de una de las principales revistas médicas de Hungría, el diario médico Gyógyàszat, Max Schächter, al punto de hacerse llamar en broma como «Schächter miniatura» En él Ferenczi ve un modelo de formación de carácter y buscará mostrarse digno de tan respetable modelo. Durante 1897, se inscribe como interno en el Rókus Hospital en Budapest, especializándose en neurología y neuropatología, y en 1898 pasa a ser doctor auxiliar en el Hospicio de los Pobres Elizabeth en Budapest al servicio de los desposeídos y las prostitutas.

Durante esta época se le pide que realice un comentario para la revista húngara dirigida por Schächter de la «Interpretación de los sueños» de Freud, cosa que él hace leyendo el texto superficialmente y concluyendo que dicho material no vale la pena de ser tomado en cuenta, sin ni siquiera juzgar oportuno considerar si contenía al menos algún elemento de verdad. Posteriormente, esta misma experiencia le permitirá en un descarnado autoanálisis mirar sus propias resistencias a aceptar un material que se situaba en el centro mismo de su mayor herida psicológica y afectiva, y que sustentaba su actitud frente a la sexualidad y a sus reprimidas representaciones.

Ferenczi, al inicio de su tercera década de vida, ejerce como médico, escribe prolíficamente y participa de modo activo en la vida política húngara, llegando a ser el representante del Comité Humanitario Internacional para la Defensa de los Homosexuales, – fundado por Magnus Hirschfeld en 1897 -, abogando por reformas legales, haciendo proselitismo y sensibilizando a sus pares sobre el tema en oposición a la perspectiva propuesta por las eminencias de ese entonces Krafft-Ebing y Möbius, en especial en relación a la consideración de la homosexualidad como una enfermedad degenerativa. En la misma línea, alrededor de 1903, fustiga el orden médico conservador al cuestionar la actitud de la institución médica, señalando la hipocresía y los dobles estándares con que los médicos desarrollan una supuesta ética profesional hacia sus pacientes, su rol y sus pares. Desde este escenario, el joven médico húngaro que acumula progresivamente una sustanciosa experiencia médica, clínica y terapéutica, va espontáneamente convergiendo hacia todo aquello que le clarifique los complejos mecanismos que subyacen a la experiencia humana.

Él sabe de Jung y de su «Test de la Asociación de palabras», se compra un cronómetro y durante un tiempo aplica dicha metodología a cualquiera que estuviera dispuesto a trabajar en ello para luego, gracias a la influencia de Phillipe Stein, retomar los artículos originalmente leídos y descartados de Breuer y Freud, y desde esta segunda perspectiva cristalizar toda la experiencia acumulada, acercándose definitivamente al pensamiento de lo inconsciente, de la psicología profunda que se gestaba en la mente de Sigmund Freud.

Este joven profesional, nos impacta como un talentoso médico, prolífico en su pluma, militante activo de la defensa de los desposeídos (prostitutas, pobres, homosexuales), crítico e innovador en su pensamiento, «espíritu cultivado, ecléctico e insaciablemente curioso (…) un hombre cuya sensibilidad, personalidad firme y deseo de cuidar a los otros.» (Bokanowski, 1997., p. 10) lo convierten en un ser particularmente no contestatario, aunque profundamente subversivo, en síntesis, una personalidad genuinamente revolucionaria, que preludia aquello que inevitablemente subyugaría a Freud.

Drama pasional

Alrededor de sus 31 años, Ferenczi inicia una relación amorosa con Gizella Palos, dando origen así a uno de los capítulos más desgarradores en su vida. Desgarrador porque testimoniaría con su propia vida la «compulsión a la repetición» y el «retorno desde lo inconsciente». Desgarrador porque lo sitúa en el epicentro de una estructura común a todos los terapeutas: su historia, su propio Edipo, sus propios conflictos afectivos, y él con su denuncia brutal moviliza todas las fuerzas del acallamiento, de lo desmentido. Finalmente desgarrador, porque devela descarnadamente ese mismo «Edipo”: la resolución del amor frustrado a la madre y al padre.

La relación de Ferenczi con Gizella, se inicia alrededor de 1904, ella a los 39 años, es ocho años mayor que él y está casada con Géza Palos, con quien tiene dos hijas: Elma y Magda. Geza es un hombre enfermo y rehúsa divorciarse de Gizella por lo que la relación se moverá dentro de la clandestinidad. Siete años después en Julio de 1911, cuando Ferenczi tiene 38 años y Gizella 46, Elma Pálos, la hija mayor de Gizella, joven de 24 años, atractiva pero sentimentalmente inestable, se encuentra seriamente deprimida después del suicidio de su amante, por lo que decide consultar a Ferenczi, quien acaba  sintiéndose intensamente enamorado de ella,  y le comunica a Freud «una casi segura involucración», en la medida que percibe el fracaso de su «neutralidad analítica». El «análisis» rápidamente va quedando fuera de control y Ferenczi, confundido y entrampado entre sus intereses tanto por la madre como por la hija, acude a Freud con la intención de que éste tome a Elma en análisis, cosa que Freud, después de cierta resistencia, decide aceptar e inicia en noviembre de 1911, en Viena.

Este complejo escenario, públicamente silenciado durante largo tiempo, pero sin duda vox populi en su época (Erös, F., 1989), en el cual Jones se escudó para sustentar la parcial y malintencionada versión de Sándor Ferenczi, y que permaneció acallado por casi 60 años -más por instigación de los herederos de

Freud que los de Ferenczi- solo recientemente se ha hecho público en las Correspondencia Freud/Ferenczi (Haynal, A., 1992). De tal suerte, surge en la actualidad una serie de retos a la hora de entender correctamente las significaciones implícitas, tanto en lo estrictamente humano, en lo terapéutico, como en la individual evolución de Ferenczi. ¿Puede ser esto entendido como un drama amoroso?, o bien, como se pretendió plantear, ¿es el “paso al acto” de un terapeuta falto de control y antiético?, hipótesis esta última que posteriormente será instrumentalizada para estigmatizarlo como una amenaza potencial a la hegemonía del psicoanálisis.

Gizella estaba dispuesta a renunciar a ese vínculo por la felicidad de ambos, Elma y Ferenczi, ella no puede darle hijos y esto constituye un deseo por él profundamente anhelado. Ferenczi fluctúa entre sus dudas sobre su elección entre ambas mujeres. Freud analiza a Elma por tres meses, y al término de éste Ferenczi retoma el análisis de Elma por cinco meses más. Tiempo en que puede incorporar la interpretación de su «propio complejo maternal» y ponerlo al servicio de Elma logrando separarse afectiva y analíticamente de ella. Elma viajará entonces a Estados Unidos donde se casa con el norteamericano Laurvick, al poco tiempo después. Todo el evento dejará una profunda huella en Ferenczi, que retornará secuencialmente en el tiempo.

Finalmente Ferenczi se casa con Gizella en 1919, cuando tiene 46 años y ella 55. «La convivencia entre ambos jamás se repondría de esta crisis, Gizella herida, sintiéndose ella misma dividida entre su amor a Ferenczi y su amor maternal» (Bokanowski, T., 1997, p. 16).

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