SÁNDOR FERENCZI

04. VIDA – La disidencia. Los años finales

La disidencia

Una historia de esta intensidad, necesariamente ofrecería el material para ver disidencia y conflicto a quien quisiera encontrarlos, sin embargo cabe preguntarse si estos habrían sido tales. Empezamos a saber de las convergencias y divergencias de ambos autores a través de sus 25 años de amistad, tanto en lo teórico, lo técnico, como lo clínico, pero solo más recientemente estamos alcanzando una visión de conjunto que nos permita comprender el cúmulo de datos para elaborar un análisis que revele al objeto de conocimiento al que tratamos de llegar, más que las características del sujeto que intenta revelarlo. Desde esta perspectiva cabe preguntarse si una relación con estos niveles de intimidad y humanidad podría haber sido posible sin que en ella no se hubieran expuesto conflictos típicamente humanos. Sin embargo hablar de «disidencia» o «vicisitudes al interior de una relación» implica ya tomar postura, sea esta ver lo que no existe y se desearía que hubiese existido, o fuera el deseo de negar lo que existió para preservar la idealidad de los objetos.

Ferenczi, ya desde 1.908, año en que conoce a Freud publica su primer artículo psicoanalítico «Psicoanálisis y Pedagogía», que durante su vida solo sería publicado en húngaro, y que sería sistemáticamente ignorado y luego olvidado. En él podemos encontrar «un anticipo de las posiciones que Ferenczi adoptará en el movimiento psicoanalítico» (Balint, M., 1.968, p. 14) conteniendo ideas que aun hoy en día parecerían osadas, y antecediendo a un cúmulo de proposiciones teóricas que vendrán a enriquecer el acerbo del discurso psicoanalítico, aunque no a oscurecer las definiciones fundamentales de dicho discurso. Ferenczi era un teórico innovador y profundo, un clínico con un talento poco común, que inevitablemente derivaría a cuestionar profundamente los parámetros técnicos en los cuales se fundaba la clínica analítica de ese entonces, ofreciendo una serie de conceptos teóricos y técnicos que estarían en el origen de una renovación y una mutación de ciertos parámetros teórico-técnicos.

En el límite de las innovaciones técnicas de Ferenczi, se encuentra la propuesta de la «técnica activa» inaugurando la fuente de una profunda discrepancia que en el tiempo hará conflictiva la relación entre estos dos grandes teóricos. Dicha propuesta, inicialmente apoyada por Freud, rápidamente conduciría hacia la consideración de la problemática del fenómeno de la repetición, la regresión y la exoactuación (paso al acto del analista)  suscitando los temores de que dicha técnica lesionara la consolidación del movimiento psicoanalítico al ser aplicada por sujetos no idóneos e inexpertos. La «técnica activa», derivará en la «técnica de la tolerancia y la indulgencia», para finalmente conducir al «análisis mutuo»; en tanto que en lo teórico se abocará a la temática del «trauma y el traumatismo» manteniéndose anclado a la abandonada primera teoría del trauma.

Desde esta perspectiva, los planteamientos de una disidencia entre Freud y Ferenczi, perfectamente pueden ser sustituidos por la hipótesis del entrecruzamiento biográfico de dos historias extraordinarias, articuladas a la luz de una profunda vinculación afectiva, reflejo arquetípico de las vicisitudes existenciales de una dialéctica parento-filial. Un hijo que pospone su trascendencia antes que matar a su padre (y por tanto desmentida del parricidio original) y un padre testimoniador de su lucha por conservar la primigenia, sin castrar ni anular la savia nueva que iluminará el tiempo por venir.

Los años finales

El cincuentenario de Ferenczi en 1.923, marca el inicio de la década final de su vida. Ferenczi y Rank terminan de escribir «Perspectivas del Psicoanálisis» (1925), el que inicialmente elogiado por Freud viene a inaugurar una serie de conflictos al interior del Comité Secreto: el caso Rank con su publicación del Trauma del Nacimiento (Gay, P., 1.988), la publicación de Thalassa: Ensayo sobre una teoría de la genitalidad (1.924), el caso Reik con el problema del psicoanálisis de los legos, las divergencias entre Anna Freud y Melanie Klein (Gay, P., 1.988), la muerte de Abraham (Freud, S., 1.930). Estos eventos impactan profundamente en la férrea incondicionalidad de los miembros del Comité Secreto, trastocando la correlación de fuerzas imperantes hasta ese momento: Jones-Abraham por un lado, Ferenczi-Rank por el otro, Eitingon-Sachs más expectante. No obstante, la relación Freud-Ferenczi sigue liderando la mayor intimidad vincular del universo de todos estos hombres. Ferenczi propone analizar a Freud quien sufre de taquicardia y este conmovido por la oferta declina el ofrecimiento debido a su avanzada edad (70 años).

Ferenczi es invitado en 1.926 a Nueva York, lugar al que viaja a dar una serie de conferencias sobre teoría y práctica del psicoanálisis invitado por la New School For Social Research. Se encuentra, a través de Clara Thompson con H.S. Sullivan, y después de un periplo exitoso de casi un año, pero no exento de dificultades, decide volver a Budapest, pasando por Londres donde se encuentra con Jones, y su antigua analizanda Melanie Klein. Pasa el verano con G. Groddeck en Baden-Baden y en Berlín se encuentra con Eitingon. Finalmente visita a Freud en Viena «quien se sentía ofendido de que éste, ya de vuelta de América, hubiese esperado tanto tiempo para venir a verlo» (Bokanowski, T., 1.997, p. 24). Jones jamás perdonará los comentarios privados de Ferenczi a Freud sobre su persona, y la animosidad de éste a Ferenczi, explicada a veces como residuo transferencial de su propio análisis con Ferenczi, como reflejo de la rivalidad fraterna de Jones, como consecuencia de diferencias raciales, o simplemente como vicisitudes humanas afectivas (envidia, competencia, celos, herida narcisista, etc…), se fortalecerá en los eventos venideros.

Jones dirá que Ferenczi mantuvo una postura reservada que «fue el primer indicio de su alejamiento progresivo de Freud» (Jones, E., 1.953). La correspondencia entre ambos dice:

Ferenczi: «Ni el tiempo ni las numerosas tempestades que amenazan en torno nuestro, podrán alterar de algún modo el vínculo personal y científico inquebrantable que nos une» (2 de octubre, 1.927)

Freud responde: «Hemos andado un largo camino juntos desde 1909, siempre lado a lado, no tendría por qué ser diferente para el corto trecho que nos resta por franquear» (25 de octubre, 1.927).

Ellos tienen 54 y 71 años respectivamente, y Freud desea que sea Ferenczi quien suceda a Eitingon en la Presidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacional, pero la declarada posición de Ferenczi en defensa de los analistas no-médicos (al igual que la de Freud) no lo hace posible.

Ferenczi se encuentra en su apogeo profesional, organiza un ciclo de conferencias en la Sociedad Húngara de Psicoanálisis (1.928), la que presidía desde hace ya quince años; invita a conferencistas foráneos -entre ellos Wilhelm Reich-, atiende pacientes regularmente, publica sus textos, viaja para dar conferencias (Madrid, 1.928), y se da tiempo para visitar a Freud cada vez que puede. No obstante él se quejará de que su trabajo es cada vez más difícil, de la falta de apoyo, de la amistad de sus colegas. En tanto Freud, resentirá la distancia y la progresiva marginación de Ferenczi de los avatares psicoanalíticos, así como desarrollará un creciente malestar por la profundidad del compromiso de Ferenczi con sus pacientes. La relación pasa por altos y bajos, y a fines de 1.930 intercambian francas correspondencias, en las que dialogan sobre sus divergencias. Ferenczi, escribe:

«Lo qué sucede en la relación entre usted y yo (por lo menos para mí) es un enredo de diversos conflictos de emociones y posiciones. Al principio usted era mi mentor venerado y mi modelo inalcanzable, por quien albergué los sentimientos de un alumno -siempre algo confusos, como sabemos-. Luego usted fue mi analista, pero como resultado de desafortunadas circunstancias mi análisis no pudo completarse. Particularmente lamento que, en el curso del análisis, usted no percibiera en mi y no pudiera llevar a la abreacción los sentimientos negativos y las fantasías que sólo fueron parcialmente transferidas» (Ferenczi, 17 de enero de 1.930).

Freud replicará a esta crítica a su tratamiento, pero la relación se limpia, y el intercambio epistolar se reanuda amistosamente. Ellos tienen 74 y 57 años respectivamente, pero ambos padecen serios trastornos físicos. Freud frente a la eminencia de su muerte «le solicita a Ferenczi que asuma la presidencia de la IPA ante tal eventualidad» (Stanton, M., 1.990, p. 46). Ferenczi acepta. En mayo de 1.931, Ferenczi envía a Freud el borrador de «Confusión de lenguas entre el adulto y el niño: el lenguaje de la ternura y de la pasión», inaugurando una nueva serie de discrepancias y desencuentros. Freud responde críticamente al cuestionamiento implícito a su segunda teoría de la seducción, y al espacio teórico crucial que se perfila en ese texto. El dialogo se hace áspero, y Freud deviene punzante y crítico. Ferenczi se aísla en su nueva villa en Buda, y comienza su «Diario Clínico» (1.932). Freud escribe animándolo a salir de su aislamiento.

Freud solicita que no presente el artículo al Congreso de Wiesbaden, ni que lo publique dentro de ese año. Ferenczi no accede y se desalienta profundamente, sufre de extremo agotamiento y se deteriora rápidamente. Tiene 59 años, en tanto Freud 76. Deja de tomar notas para su «Diario Clínico» el 2 de octubre y continúa con pacientes hasta fines de año.

Su condición empeora en el Año Nuevo y tiene serias dificultades para caminar y respirar. En febrero se retira a su lecho y lentamente pierde el uso de sus extremidades. A las 14:30 del lunes 22 de mayo muere repentinamente de una parálisis del sistema respiratorio ocasionada por la anemia. Es enterrado el 24 de Mayo en el Cementerio Judío Farkasret, en Budapest.

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