SOBRE LA DEPRESIÓN

02. COMPRENSIÓN.

Para comprender, debemos conocer. Así, relacionamos las manifestaciones parciales de la persona con su totalidad biográfica, tratamos de llegar a vivir al otro en su totalidad. El máximo grado de comprensión de la vida ajena es sentirla como en uno mismo. Para ello no basta con hacer explicaciones de lo que le sucede o no a la persona, al paciente. La explicación se ciñe únicamente al aspecto intelectivo, es decir, a hacer una descripción sintomática de lo que le sucede (se puede explicar una reacción química pero no revivirla). Tratando con personas, tratamos con un surtido de componentes y tendencias que forman, de manera individual y singular, su propia personalidad, que se ha ido forjando con la composición de las distintas peculiaridades de cada uno. Si tenemos esto claro, entenderemos que no se pueda utilizar ni catalogar de manera rígida a cada paciente, siquiera a la patología que lo acompañe. Como decía, para comprender debemos conocer, y para conocer debemos fijarnos en los procesos que suceden en cada momento y en cada persona por separado.

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La estructura de personalidad de la persona afecta mucho en su manera de vivenciar la depresión. En un caso real, en consulta, un matrimonio hablaban de estar tratados de depresión por profesionales de salud mental de la Seguridad Social. La mujer llevaba en tratamiento más de cinco años, a pesar de que refería estar enferma toda la vida. El marido estaba siendo tratado desde hacía un poco más de un año. Les pedí que me describieran cada uno por separado qué era aquello que sentían y que llamaban depresión. Inmediatamente habló la mujer, para decir que a su marido no le pasaba nada, que él lo arreglaba todo quejándose y saliendo a la calle, marchándose al bar a beber y a estar con los amigos. Ella sin embargo no tenía ganas de estar con personas, rehuía cualquier contacto que no fuera el de su propia familia, y en ocasiones, pasaba temporadas en las que solamente quería encerrarse en su habitación a oscuras y aislarse del mundo. Había intentado suicidarse en tres ocasiones, en dos de las cuales fue ingresada. Son dos ejemplos claros de qué manera tan distinta afecta el estado depresivo, la sintomatología depresiva, a la afectividad y a la vitalidad de las personas. Evidentemente cada uno tenía una historia vital personal, singular y sin igual. Desde el momento en que se casaron habían padecido algunos acontecimientos vitales negativos juntos. Ya no se trataba solamente de qué acontecimientos habían podido provocar aquella situación, intervenían otro tipo de factores como el ambiente familiar en que habían crecido, la parte afectiva, cómo entendían las relaciones, cómo se relacionaban con el mundo, qué tipo de valores tenían presentes…todo esto da información, pero para ello hay que tratar y escuchar a la persona, es todo un proceso.

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