01. EL ESTRÉS NOS PERMITE SOBREVIVIR
“Sobrevivir en la sabana nunca había sido fácil, de sobra lo sabían la cebra y el león. ¡Qué lejos quedaba, en ese momento, en el que la cebra estaba herida, el recuerdo idílico del día anterior!: ella pastaba tranquila en la pradera, mientras el león dormitaba plácidamente bajo la sombra del baobab, un bucólico estado de equilibrio. Pero hoy, el león se agazapaba entre las altas hierbas observándola, al acecho, y la cebra sabía que estaba hambriento; sabía que ella era presa fácil precisamente porque estaba herida; sabía, con el conocimiento certero que otorga el instinto, que no era tiempo de lamerse las heridas o lamentarse de su mala suerte, que era tiempo de huir… Por su parte, el león sentía en lo más profundo de su ser la llamada de la vida; tenía hambre, necesitaba comer; su cuerpo reclamaba, imperioso, el alimento; debía abandonar su descanso y prepararse para la dura tarea de sobrevivir, para él era tiempo de cazar… La sabana tenía sus insondables dictados, los ritmos inexorables que permiten que haya vida y, así, ambos habían sido apartados de ese idílico estado de equilibrio”.
Robert M. Sapolsky (2000). «¿Por qué las cebras no tienen úlcera?
Los cuerpos de la cebra y del león no se encontraban en la misma situación fisiológica en cada momento de la historia: en ellos, como en el resto de los mamíferos, incluida la especie humana, se operan una serie de reacciones fisiológicas –reacciones de estrés– que cumplen una función adaptativa: les permite sobrevivir. Tanto si eres el león, como si eres la cebra, necesitarás toda la energía de que dispones para correr, para salir veloz, cuanto más rápido mejor. En ambos casos (aunque por razones distintas) estás ante una emergencia y deben aplazarse todas las funciones que no sean imprescindibles para garantizar tu supervivencia. Por eso se “desconectan” ciertas funciones, superfluas en este momento, como la reproducción, el crecimiento, la digestión… Y se “conectan” otras, como el aumento del ritmo cardiaco y respiratorio para llevar más oxígeno y glucosa a tus músculos, el aumento del tono muscular, la movilización del metabolismo celular para obtener más glucosa en sangre… Gracias a que todo esto ocurre tú tienes más probabilidad de sobrevivir. Y todo esto te lo asegura tu sistema de estrés.
Imaginemos por un momento que tanto la cebra como el león estuvieran permanentemente activados y no dejaran de correr por la sabana. Terminarían exhaustos e incluso llegarían a morir. Lo que en principio era un mecanismo para la supervivencia dejaría de serlo si no tuviera un interruptor para apagarlo. El sistema simpático no puede estar permanentemente activado. Si no apagamos la respuesta de estrés terminaríamos agotados y nuestro sistema biológico terminaría por quebrantarse y desarrollar dolencias y enfermedades. Es lo mismo que si conducimos un coche y lo mantenemos acelerado, sin parar y durante días. Terminaría por calentarse y estropearse.