«Así como un árbol no elige el lugar donde crece, y así como se desarrolla de manera diferente en un campo abierto o en un bosque, y en un valle protegido de otra manera que en una cima expuesta a la intemperie, así un niño se integra en el grupo de origen sin cuestionarlo, adhiriéndose a él con fuerza y una consecuencia únicamente comparables a una fijación.
El niño vive esta vinculación como amor y como felicidad, independientemente de si en este grupo podrá desarrollarse favorablemente o no, y sin tener en cuenta quiénes y cómo son sus padres.
El niño sabe que pertenece ahí y este saber y este vínculo son amor, un amor que yo llamo primitivo o primario. Esta vinculación es tan profunda que el niño incluso está dispuesto a sacrificar su vida y su felicidad por el bien del vínculo.»
Bert Hellinger
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