Las personas somos seres vinculares que necesitamos pertenecer a algún lugar donde sentirnos queridos, acogidos y cuidados. Sin duda el mayor vínculo lo establecemos con nuestra familia. Ese es el primer lugar donde hemos recibido atención, protección, cuidado, alimento. Tenemos un instinto de pertenencia a la familia que prevalece, aunque no nos percatemos, por encima de muchas otras cosas. Instintivamente nos incluimos, nos adaptamos, hacemos nuestra su manera de vivir, de hablar, de comportarse.
Allí aprendemos a establecer vínculos, a relacionarnos, compartimos experiencias. Nos fidelizamos también a una historia, unos lazos y estilos de vida que aunque nos limiten o nos hagan sufrir reproducimos para sentir que pertenecemos. Somos fieles a las reglas de nuestro clan aunque nos conduzcan a la insatisfacción, la ruina o la muerte. Pertenecemos a ella y de forma instintiva, sentirse no pertenecer o saberse expulsado supondría nuestra desaparición, nuestro fin. En el reino animal este impulso queda más claro. El hecho de alejarse de la manada supone el peligro de ser devorado por otro animal y desaparecer. Ese es un riesgo demasiado grande para no seguir la voluntad y el designio del grupo.
Pervive también en nosotros la prohibición visceral de traicionar o desobedecer a nuestra tribu, a los nuestros, el clan, la familia que nos acogió y se ocupó de nosotros. Lo paradójico es que a veces desobedeciendo o traicionando nos hacemos felices o prósperos. Los vínculos con la propia familia van mucho más allá de lo que normalmente somos conscientes y la mayor parte de las veces no nos percatamos de su alcance. Estamos influidos por un conjunto de contenidos inconscientes que nos unifican y solidarizan con los nuestros. Algunos son de carácter benéfico y su alcance y efecto son necesarios y útiles protectores de nuestra salud y bienestar. De forma inconsciente algunas personas se mantienen también leales a limitaciones y desordenes de su clan familiar. Asumen roles que no les pertenecen, implicándose en asuntos que no le conciernen, siguiendo destinos o cargando dolores y culpas que no les corresponden. Siguen ciegamente lealtades familiares invisibles.
La familia es el lugar por excelencia donde se dan una serie de procesos psicológicos que forman al ser humano. Éste no nace en la nada, sino que nace dentro de una familia que ya tiene un lenguaje, un conjunto de estilos para afrontar las diversas situaciones que plantea la vida. El ciclo de la vida comienza con el nacimiento y termina con la muerte. Pero en cada una de sus etapas, el ser humano se ve enlazado entre una generación y la otra. La generación de sus padres cuando son infantes, la de sus contemporáneos cuando elige pareja y la de sus hijos cuando forma una familia. Por lo tanto, con su propio estilo y de acuerdo a su época social que le corresponde vivir, acarrea estilos de comportamiento de una generación a la otra. Sus hijos harán lo mismo y así sucesivamente. Es importante considerar la historia de cada cónyuge con respecto a su familia de origen y de cómo éstos influyen en la dinámica de la pareja. Dejando de lado la lógica lineal, se acentúa la importancia de la autorregulación del sistema; la circularidad y la historicidad no son opuestos, sino partes de un todo; de hecho, el pasado se convierte en algo necesario para entender las relaciones actuales, aunque no suficiente.
Es un hecho indiscutible que la familia constituye el núcleo esencial de nuestro desarrollo durante el transcurso de toda nuestra vida. La familia tiene una gran influencia en nuestro aspecto físico, emocional, espiritual y sexual. Iniciamos el tránsito de nuestra vida con la sexualidad de nuestros padres que será la base para desarrollar nuestra propia sexualidad y que transmitiremos a nuestros hijos. Conocer la historia familiar enriquece nuestra vida y ayuda a solucionar conflictos a los que no encontramos solución.
Somos consecuencia de nuestra historia familiar hereditaria y no la cambiaremos a menos que tengamos conciencia de los parámetros inconscientes que conforman el guión que estamos siguiendo de forma automática. Los años que pasamos en familia antes de la edad adulta, son muchos; son años formativos que desde la más tierna infancia vamos aprendiendo por medio de la observación y sensaciones que percibimos de los adultos. Aprendizaje que se va enquistando en el inconsciente, que aparentemente está en el olvido; mas sin embargo, aflora en el momento de elegir pareja, elección de objetivos de vida, miedos irracionales, toma de decisiones, que afectan profundamente nuestra prosperidad, nuestra salud o el ámbito afectivo como es vivir en pareja y formar una familia propia; es decir nuestro destino.
Lo que hemos enquistado en el inconsciente emerge en situaciones críticas y casi siempre se vuelve a repetir la misma historia: viviendo emociones y sentimientos que no nos pertenecen, que hemos heredado y que ahí están presentes. La familia en el transcurso de las generaciones va guardando muchos secretos a través del silencio o evitaciones; hacer como que aquí no pasa nada, tal vez para no sufrir o no sentir culpa. Sin embargo, estos secretos pueden perpetuarse a través de las generaciones afectando a uno varios miembros del clan familiar que reviven los mismos sentimientos y repiten las mismas conductas que vivieron sus ancestros.
Todos los hechos que vivimos y no vivimos de alguna manera los provocamos por la programación que subyace en el inconsciente. Es sorprendente constatar que cuando un miembro de la familia descubre y desafía los secretos que se han resguardado celosamente hasta el grado de enquistarse en el inconsciente familiar, cambia la actitud de los otros miembros de la familia y salen a flote nuevos hechos y fantasías al respecto.
Si te suceden situaciones que no comprendes, a pesar de vivir de manera alineada y saludable, así como abandonos, mala suerte con la elección de pareja o por no encontrar pareja, accidentes, no poder engendrar hijos, etc., sería conveniente conocer el entramado que se ha ido tejiendo con la historia de vida y muerte de tus ancestros; y que a través de las generaciones se va transmitiendo. Ahí encontrarás mucha labor para transformar tu vida y la de tu descendencia.