Cuando me preguntan, suelo responder que Psicólogo es quien ha acabado la carrera. Hay otras salidas, otras expectativas que no necesariamente tienen que ver con el trato del sufrimiento y el dolor de las personas. Dedicarse a la Psicoterapia es algo más exigente, requiere de una formación y una dedicación especial, tanto hacia los pacientes como hacia uno mismo.
Una de las cuestiones que más parece asombra a los pacientes cuando acuden a mi consulta, es la falta de pautas e indicaciones de qué hacer para conseguir cambiar, mejorar, sanar. Les sorprende que les diga que lo que pretendo es ayudarle a crear sus propias normas, sus propia manera de estar en la vida. Debido a la naturaleza versátil de la personalidad humana, y a pesar de que hayan patologías y tratamientos establecidos dentro de lo terapéutico, se trata de individualizar dicho tratamiento porque, por ejemplo, no existen dos tristezas, dos angustias, dos sufrimientos iguales. Luego, no consiste en identificar una serie de síntomas para poder categorizar al paciente dentro del modelo elegido por el terapeuta. ¿Dónde encaja en todo esto la persona? La labor terapéutica es conocer, saber de esa persona y su realidad, su subjetividad, y cómo ésta le está influyendo en su malestar. Suelo decir que no está claro si sé mucho o poco de libros, de métodos, pero lo que sí está claro es que del paciente no sé nada, y eso es lo que necesitamos para conseguir modificar lo que le pasa.
Algo que aparece también con frecuencia es la necesidad de saber del paciente: «¿qué me pasa, doctor?». Pareciera como que si saber un diagnóstico (algunos ya acuden a consulta con el suyo realizado, algunos otros ya han pasado por varias consultas) fuera a aliviarles, a ayudarles. Como si tener conciencia de ser pasara por poner una etiqueta a lo que siento. En la mayoría de las ocasiones, poner una etiqueta aumenta la carga de la persona: «o sea, que además de esto que siento, soy…..». Una posible alternativa sería comprender que la persona está pasando por un momento determinado de su vida, una situación vital concreta producto de su desarrollo y evolución como tal persona, ofreciendo así la oportunidad de ver por qué se ha llegado a ese punto, momento o situación.
La pieza clave para alcanzar estos objetivos es la creación de un vínculo entre el paciente y su terapeuta. A través de él se llega a la comprensión y al contacto con esos aspectos de uno mismo que provocan esos bloqueos, ansiedades, malestares. Y es así porque es a través del vínculo, con otras personas importantes y en otro momento de nuestra vida, cuando se originaron los núcleos que después se convirtieron en bloqueos, ansiedades, malestares.
Y todo ello teniendo siempre presente, en todo momento, el respeto por la persona del paciente. No consiste en cambiarla, como algunos pretenden. Sería algo así como fomentar sus aspectos y cualidades positivas y asumir y aceptar las negativas, sin exclusiones. Fomentar la propia manera de estar en la vida de cada uno.
Lo que la terapia aporta es, en el mejor de los casos, una nueva forma de ver quién es uno, y permitir que esa nueva definición de la vida de uno influya en las decisiones y la elecciones que conlleve el futuro. En el mejor de los casos, esos momentos ya no se verán limitados por los acontecimientos del pasado y las elecciones tomadas estarán liberadas de lo que todo el mundo debe al entorno en que ha crecido.
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