¿QUÉ PUEDO OBTENER DE LA PSICOTERAPIA? LA PLENITUD VITAL

Hay personas que en un determinado momento de su vida deciden acudir a un psicoterapeuta (por lo general llamado psicólogo, ya vimos la diferencia entre uno y otro https://psicoterapiabelanguer.com/2018/11/02/por-que-psicologo-y-psicoterapeuta-relacional/).

Suelen referir experiencias desagradables que les provocan malestares como angustias y ansiedades, miedos, estados de desesperanza, sentimientos de soledad. En muchas ocasiones están relacionadas con algún hecho traumático (o una acumulación de ellos) que sucedió en un pasado no muy lejano. Sin embargo, y esto se ve con demasiada frecuencia, hay otras que no pueden atribuir su estado a nada en concreto, sino que más bien sienten que han ido experimentando un cambio paulatino y sin alivio en la calidad de sus relaciones, tanto con el mundo exterior como consigo mismo.

No en pocas ocasiones se ha elegido entre otras opciones. Hay quienes buscan soluciones en las terapias alternativas de toda clase, quienes se amparan en la religión y sus asesores-consultores, quienes piden el amparo y consejo de los amigos (en muchas ocasiones con esto es suficiente; siempre contar con una persona con poder compartir la intimidad en igualdad es un tesoro). También los hay que se refugian en el alcohol y las drogas, o el los fármacos que adormecen el dolor, la angustia. Y también, en última instancia, quienes recurren a las ideas y/o planificaciones suicidas (también quienes lo han intentado fallidamente). No olvidemos a los que deciden acudir a  un psicoterapeuta tras varios fracasos con alguna de las opciones anteriores, e incluso quienes recurren a varias simultáneamente.

Llega el primer día, la primera visita a la consulta. A pesar de tener conciencia de todos esos aspectos que sentimos que nos están dificultando la existencia, no ponemos trabas para el desarrollo fluido y constante del trabajo terapéutico. Como hacernos trampas en el solitario. Por ejemplo, ponemos dificultades a la hora de concertar los horarios, a pesar de la angustia que nos oprime; o nos parece un gasto enorme, sobre todo ahora que me he comprado un coche, o que me he apuntado al gimnasio, etc.

Si logramos superar estas primeras barreras, comenzaremos a recorrer un camino juntos, el de la psicoterapia. El psicoterapeuta pone todo su empeño en comprender al paciente, en todos sus aspectos: físico, psíquico, emocional-afectivo, relacional, espiritual, social, laboral. Así podrá tratar de transmitírselo (intersubjetividad) con la finalidad de que sea él mismo quien alcance a comprenderse, conocer cómo ha llegado hasta este punto en su vida, evitando las contaminaciones que pudieran provocar la visión propia (subjetividad) de la realidad del paciente (otra subjetividad).

Principalmente la función es que el paciente sea capaz de enfrentarse y afrontar el presente, y en no poca medida también el futuro. Son dos aspectos esenciales. El sentimiento que tiene del presente es muy duro, difícil, adverso, dado que lo circunscribe al estado en que se encuentra, aquel que le hizo finalmente solicitar la ayuda de un profesional. Siendo así, es comprensible que la visión del futuro sea desfavorable, en el mejor de los casos, pues en ocasiones ésta ni siquiera está presente. Teniendo este principio presente, y para alcanzarlo, es necesario recurrir al pasado, para poder comprender cómo se ha formado esta situación en nuestra vida, qué cosas necesitamos, por qué tenemos esas cosas y no otras, etc.… (https://psicoterapiabelanguer.com/2020/10/19/la-importancia-de-comprender-el-pasado-y-la-familia/).

Así vamos recorriendo ese camino, pesado, complicado, delicado, costoso en todas las ocasiones, dada la naturaleza de lo tratado. Si ya al comienzo intentamos dificultar su iniciación, anticipando lo duro que podría llegar a ser, imaginemos por un momento qué no seremos capaces de hacer para evitarlo una vez empecemos a tomar contacto con esos aspectos propios de los que hablábamos que en la mayoría de los casos sabíamos que existían pero nos negábamos a mirar, los relegamos, los marginamos creando una irrealidad que, al fin de cuentas, es la que nos está provocando dichos malestares. El final de dicho camino es la redención, el perdón a sí mismo (https://psicoterapiabelanguer.com/2018/11/15/el-perdon-la-metafora-del-anzuelo/), permitiéndonos vivir en realidad, sin fijaciones pasadas, sin enganches, sin dependencias, sin fantasmas que nos atormentan, y que constituyen una pesada carga en nuestra existencia. Perdón como liberación de nuestro Ser, como modificación de todos esos conceptos creados erradamente a lo largo de nuestro desarrollo, como una resignificación de las cualidades personales que nos dirigen en el acto de estar vivos. De esta manera, y como recompensa, experimentaremos la PLENITUD VITAL, expresada comúnmente como «salud mental».

«Lo más básico para un mínimo de salud psíquica (más emocional que mental) es «poseerse», no hallarse perdido en cuanto a quién se es y para qué se quiere estar en el mundo, no hallarse impedido de sentir, responder y actuar ordenadamente (por respeto a unas intenciones y a unas metas) y no hallarse constreñido por emociones negativas (miedos, inferioridad, dependencia) o bloqueos defensivos mal implantados que no periten un mínimo de libertad existencial.»

Luís Cencillo. «Labilidad psíquica y terapia dinámica» (pp. 345-346)

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