Hace unos años tuve una paciente que estaba muy preocupada porque no sabía de dónde procedía el mal que la angustiaba. Dicho así suena muy simple, es algo muy común entre los seres humanos, no tiene por qué ser patológico. Sin embargo, comenzó un periplo por terapias y consejeros espirituales de diversa índole, y acabó dando conmigo, con un sentimiento de invalidez terrible, dado que nada de lo que había intentado le había servido como respuesta a sus preguntas. Es una condición humana, del Sapiens Sapiens, darle sentido a las cosas, encontrarlo. En muchas ocasiones, el amor es la respuesta, comprendiendo la capacidad de amar como querer conocer, preocuparse, respetar, interesarse, responsabilizarse del otro, del ser amado, a modo de espejo de sus propias cualidades. En el presente post comparto una solicitud y la respuesta que le dí a mi paciente vía epistolar (bueno, ya no, más bien e-mail-epistolar), en una temporada en que no podía acudir a la consulta. Además, he colgado un vídeo que encontré en Internet y que me pareció relacionado con el tema. Gracias, un abrazo.
Hola Ricardo ¿Qué tal?
He sentido la necesidad de escribir estas palabras. Hace tiempo (años) no me llevo sintiendo bien, porque empecé terapias varias que me llevaron a conectarme con una parte de mí que estaba desconectada.
Hasta ese momento siempre había vivido bajo las ideologías, pensamientos, estructuras de mis padres, de mi casa, de mi familia. Aunque yo sabía que no iban conmigo, se puede decir que a esas edades es lo que hay.
Después de empezar a conectar más conmigo, descubrí que yo no era todo eso, y empezó un trabajo conmigo misma, para ver realmente que era lo que yo quería, para aprender a escucharme, para soltar aquello que me estaba haciendo daño, aquello que me ataba, etc..
Realmente todos estos años he estado viviendo en una dualidad, dividida entre lo que se supone que tengo que hacer y entre lo que no quiero. Pero no he sabido superar esa parte de reconocerme plenamente a mí misma. He seguido viviendo bajo los mismos fundamentos solo que un poco maquillados y eso me ha llevado a vivir infeliz todos estos años, porque me he sentido dividida, sin reconocer realmente lo que quiero, sin escucharme de verdad.
No me gusta mi vida, no me gusto yo, pero tampoco sé lo que quiero, y eso es lo que me lleva a esta situación.
Nada dura para siempre y por eso ahora he comprendido que estoy mal porque me he quedado a mitad, como suspendida en la nada, como flotando, y no se para que camino ir, no sé para qué lado mirar, ni como armar todo esto.
Esta situación me causa desesperación, y sobre todo una sensación muy grande de estar perdida, muy perdida. Cuando intento hablar con alguien, no me entienden, me dicen que todo es más fácil que eso, que es más sencillo. Y la verdad pienso que es así. Solo que yo a día de hoy todavía no sé hacerlo o no sé cómo hacerlo.
He pasado por etapas de mi vida complicadas y por la gran mayoría he pasado sin apoyo, probablemente sea mi miedo el que me paralice, aunque tampoco lo sé seguro.
Lo único que hay dentro de mi es que no sé nada.
Solo sé que hubo un momento en el que a partir de ahí nada me ‘parecía’ bien. Por ejemplo en lo laboral, siempre pasaba algo en mis trabajos, siempre había algo que me hacía hacer incómodo, siempre había un compañero que me lo hacía pasar mal, siempre había algo así. Y en el resto de mi vida igual. Es como que no me permito ser feliz (aunque no sepa bien a lo que me refiero con esto). Es como que siempre tiene que haber algo en lo que centrarme, algo que me haga mal, algo por lo que preocuparme.
Desde que tengo uso de razón he sido yo la que he tenido que responsabilizarme de todo, hacerlo todo, y a día de hoy sigo haciendo lo mismo, y ese exceso de responsabilidad me hace daño. Eso me produce una sensación de desconfianza de no saber soltar porque siento que si no lo hago yo y compruebo que está bien luego puede venir una consecuencia más grave, y entonces tomo la postura de hacerlo todo yo o de revisarlo y estar pendiente a cada instante aunque esto me produzca agobio, ansiedad, estrés o me haga daño.
No sé si he podido expresarme del todo. Pero tenía la necesidad de escribir, de decir de una manera un poco más clara lo que siento dentro de mí. Creo que se ha mezclado todo un poco, pero iba escribiendo tal cual iba pasando por mi mente. He creído ser una persona que realmente a día de hoy todavía no soy y que tampoco sé si quiero ser. Y tal vez esta sensación me lleva a no saber nada de lo que quiero hacer en mi día a día. Esto es lo que más me perturba de todo, a meses de cumplir los 31 años y no saber a qué quiero dedicarme laboralmente, no tener una estabilidad económica, etc.
Gracias por leerme.
Hola XX, buenos días.
He leído con detenimiento lo que me enviaste, y he estado repasando tu diario de sesiones de los días que estuvimos en consulta. Bien, lo primero que quiero decirte es que no dejes de escribir cuando tengas esa necesidad o simplemente te sientas angustiada. Aunque luego no lo lea nadie, pero por favor no dejes de hacerlo, dado que cualquier actividad creativa es un ansiolítico muy bueno y potente.
Veo que lo que cuentas en este documento es casi lo mismo que me dijiste la primera sesión, y parece ser que lo mismo de lo que ya fuiste tratada antes. No debe ser fácil para quien lo sufre, el estar sometido a semejante yugo durante tantos años.
Cuando me disponía a escribirte dudaba sobre qué te puedo decir, qué puedo responder que pudiera serte útil. Respecto al acto, a qué hacer, en una situación como la tuya y dadas las circunstancias lo mejor es tratar de reducir esa sensación de vacío a través, como te decía antes, de la creatividad: escritura, pintura, cualquier actividad manual. También iría bien pasear, sin grandes esfuerzos, caminar diariamente o cada dos días. Y todo esto «sin memoria ni deseo», es decir, sin ninguna pretensión más que la de hacer lo que se está haciendo en el momento. Todo ello es necesario ir integrándolo en un trabajo terapéutico que vaya dándole sentido a eso que está pasando.
Hablas de «una parte desconectada» ¿Qué parte es esa? En mi opinión, e insisto, es una opinión, por lo que hemos hablado, la situación es delicada porque se te juntan varias cosas. Por un lado la idiosincrasia familiar, respecto a los vínculos y roles que vamos adquiriendo con el paso del tiempo y que forman lo que realmente es «la familia», y sobre todo cómo tú lo has interiorizado. ¿Por qué sabes cómo es tu nariz, por qué ves la imagen de tu nariz si cierras los ojos? Dicha imagen ha sido reflejada por un espejo y así la hemos formado en nuestro cerebro y nuestra mente. Respecto a la idea de persona, los afectos, los miedos, las fijaciones pasa lo mismo. Quienes hacen el papel de espejo son nuestros cuidadores primeros, que suelen ser los padres, a los que después iremos añadiendo otros como hermanos, familia, amigos y maestros en el colegio, etc… Con esto vamos creando nuestra imagen, que representará nuestro autoconcepto, y posteriormente, cuando aparece la conciencia de las emociones, devendrá en autoestima.
Llega un punto en nuestro desarrollo en el que nos vemos sometidos a dos fuerzas tremendas: una es el principio de pertenencia, hasta ese momento única idea de referencia de qué somos y cómo somos; frente a él, nos vemos presionados por el de agencia, la individualización e individuación, la creación de nuestra persona, el adulto en el que nos vamos a convertir. En el pulso e integración de estas dos grandes fuerzas es donde se juega el futuro adulto en que nos convertiremos. En función de cómo se haya producido dicha integración nos encontraremos con aspectos como qué decisiones hemos tomado, que elecciones hemos hecho, etc. que en muchas ocasiones están en la base de esa «sensación de vacío», parecida al vértigo, parecida al miedo, que también nombras. Pero ¿miedo a qué? Cuando razonamos no lo encontramos, o bien nos damos respuestas que sabemos incompletas e insatisfactorias. En ocasiones ese miedo irracional e inconsciente es a que nos abandonen, a que no nos quieran, a que no nos «vean», a que no nos valoren. Y mientras esto siga así, el malestar no va a desaparecer. Lo paradójico es que, cuanto más me esfuerzo por alcanzarlo, más me alejo de conseguirlo. Esto se alcanza deshaciendo y volviendo a hacer las cosas de la misma manera que en su momento se construyeron, y modificando los elementos débiles por otros de mejor calidad y robustez. Esto es lo que llamamos reconceptualizar y resignificar. Con ayuda terapéutica es la propia persona la que construye su manera de estar en la vida, la que elige y decide qué es lo que sí y qué es lo que no.
Te pido perdón si me he enrollado mucho o me he excedido en mi escrito. Sólo deseo que te pueda servir para aclararte algo o darte un momento de paz y tranquilidad, XX.
Espero y deseo que vayan bien las cosas. Un abrazo sincero
Un comentario